Foro de Ética. 4 de Diciembre 2018: La Ética del Deporte.
El 2 de diciembre de 2012 el atleta vitoriano Iván Fernández Anaya renunció a ganar en un cross a favor de un rival que se había equivocado de meta.
La Carta Europea del Deporte (1992) define el deporte como” todo tipo de actividades físicas, que mediante una participación, organizada o de otro tipo, tengan por finalidad la expresión o la mejora de la condición física o psíquica, el desarrollo de las relaciones sociales o el logro de resultados en competiciones de todos los niveles”.
El deporte es un universo que abarca las actuaciones que los seres humanos realizan en relación con su condición física. Desde los iniciales juegos infantiles individuales y luego colectivos, a los que practican las personas adultas y, finalmente, a su práctica de forma profesional. Es algo consustancial al género humano hoy en día, y la ética que estudia el comportamiento humano, debe estar ligada indisolublemente a él.
Desde la antigüedad los filósofos griegos manifestaron su interés por la educación física y el deporte. El filósofo francés Henri Bergson señalaba en 1912 el valor inconmensurable del deporte moderno convertido en una especie de sistema social de tipo socio-emocional. En los años ochenta y principios de los noventa del siglo XX, la ética del deporte cobra interés a través de los filósofos MacIntyre, Ángela Schneider y R. Simon, entre otros.
De la mano del fair play, como principio fundamental, la ética despliega todos sus valores para ser aplicados al ejercicio del deporte: El respeto al otro, la justicia, la generosidad, la lealtad a las reglas, y el espíritu deportivo se impregna de los valores éticos.
De esta forma, el juego limpio y la honestidad, la imparcialidad, la vital importancia de la salud, la consecución de la excelencia, la perseverancia y la tenacidad, la disciplina, se configuran como algo inherente al deporte.
Los aspectos positivos del deporte caminan por la misma senda de los principios educativos y éticos como soportar las adversidades, la capacidad de sacrificio, el trabajo en equipo, la superación del desaliento, el ánimo ante las dificultades, aprender de los fracasos.
Y los aspectos negativos se enfrentan al lema ético del Barón de Coubertin: “lo importante no es ganar, sino haber competido bien”, en él no solo se encierra toda la grandeza del deporte, sino que, además, es una declaración que ha de considerarse como un gran muro de contención ante las corruptelas, intereses inmorales y amenazas de los entornos del deporte, en la continua lucha por preservar su dignidad que es una derivada de la dignidad humana.