Artículo en el El Correo, Domingo 3 de Junio de 2018

EL LIDERAZGO ÉTICO

José Ignacio Besga Zuazola

Presidente de la Fundación Clúster de Ética del País Vasco

No es infrecuente que las organizaciones, ya sean grandes, medianas o pequeñas, incluso las de dimensiones muy reducidas, privadas o públicas, reflejen la personalidad de quien detenta en ellas la máxima responsabilidad.

Según como sean las personas que las lideren: honradas, justas, leales o solidarias, o no lo sean, quienes integran esas organizaciones y a las que alcancen las consecuencias de sus decisiones, podrán desarrollar mejor su vida o, por el contrario, sufrirán de alguna forma.

Si una persona líder no posee valores éticos, su entorno tendrá dificultades para ponerlos en práctica. Esta es una cuestión clave en la convivencia humana, no es la única, pero intentar que los liderazgos sean éticos es una tarea en la que la sociedad debe involucrarse.

En la continua e implacable marea de decisiones, problemas y noticias que nos invade cada día, tal vez quien, como líder, dirige, impulsa, gobierna o manda, se detenga a pensar sobre el ejercicio ético del poder y, también haga lo mismo quien es dirigido, impulsado, gobernado o no tenga la responsabilidad de mandar. Un poder que, en la medida de su influencia, con sus comportamientos éticos, favorezca hábitos éticos, convicciones y confianza en la organización y en la sociedad en la que se incardina.

Cualquiera de los que pertenecemos a uno de estos grupos, y conocemos ya cómo el destino arbitra la permanente pugna entre la voluntad y el azar, podemos preguntarnos si las personas que componen el primer grupo son decisivas en la vida de las que integran el segundo. Si lo son parcialmente o lo son totalmente. Y si la teoría de que una organización refleja la forma de ser y actuar de quien es su responsable ¿cómo debe ser esa persona?

Debatimos acerca del sufrimiento y sobre cómo ocupa la gran parte de la vida de una inmensa parte del género humano, y somos conscientes de la transcendencia de las decisiones de quienes detentan alguna clase de poder. Hemos leído las teorías éticas desde los antiguos griegos, las reflexiones de la humanidad sobre el comportamiento humano, y podemos estar de acuerdo con aquel resumen conciso del filósofo Bunge de procurar no hacer daño a los demás, para exigirlo como norma de conducta a quienes se consideran líderes.

Pero ¿quién es líder? ¿Puede serlo el que crea y dirige un pequeño taller? ¿La consejera delegada de una multinacional? ¿Una abuela con cinco huérfanos de guerra a su cargo? ¿Un gobernante es siempre un líder? ¿Y cómo debe ser un líder? ¿Debe ser ético?

Es cierto, y hay consenso en que quien lidera a otras personas tiene que ilusionar para llevar a cabo una idea, orientar para conseguir un objetivo, inspirar para alcanzar una meta, apasionar para hacer realidad un sueño, una visión, arriesgarse para luchar por otros, motivar para lograr la excelencia, animar para defender lo que casi parezca indefendible, generar confianza para ayudar cuando el desánimo penetra en el ánimo de los corazones de las personas. La persona líder debe mirar siempre más allá, y con mirada sostenible y ecológica para no empeorar la salud del medio ambiente y mejorar la vida en la Tierra, el planeta que sustenta y alimenta a la especie humana.

Pero esto no basta, no es suficiente. Para ser dirigentes éticos se requiere entender de emociones y sentimientos para con los demás. Es necesario que sepan poner el centro de su atención en las personas con las que tienen relación, también en las que no lleguen a conocer y, sin embargo, están o viven en su zona de influencia.

Una persona líder que tiene interiorizados los valores éticos se rodeará de personas parecidas a ella, no tanto en la especialidad profesional, – porque son necesarias cualidades diferentes, perfiles diferentes en las organizaciones para que se complementen-, como en su forma de ver a las otras personas, en la manera de enfocar el fin que se quiere conseguir, la visión que todo el equipo ha de tener del proyecto, de la empresa, de la administración pública que lidera. Un líder ético está pendiente de las personas que dependen de sus decisiones y se ocupa de que las consecuencias de estas no sean negativas en la sociedad.

En toda organización, es decir, siempre que hay más de una persona, surgen conflictos.

El tiempo que se dedica al trabajo es importante en nuestra vida y no hemos elegido a quienes nos rodean. En ese ámbito se pueden dar virtudes y defectos, estos últimos, sobre todo estos últimos, causan o pueden causar padecimientos personales en el seno de las organizaciones. La líder ética y el líder ético procuran decididamente que el clima en el que desarrollan su actividad las personas de la organización sea bueno e imposibilite situaciones negativas de esta clase en la convivencia. Y, posiblemente, la felicidad, ese concepto tantas veces inalcanzado, pueda estar más próximo para ellas. Quien es líder ético es consciente de que obrar bien, además, es rentable.

En el trabajo y en el ámbito de las organizaciones, en todas las relaciones humanas, la ética no sobrevuela con teorías, vuela a ras de tierra, toca la realidad. Y lo que debe ser para los integrantes de una organización lo ha de ser para todo el entramado exterior de la sociedad civil con la que aquella se relaciona, según la dimensión que alcance: clientes, asociados, ciudadanos, empresas, administraciones, medio ambiente: la ética profesional y de la responsabilidad.

¿Qué es, entonces, necesario para que una persona líder sea coherente con el actuar bien, para que sea ética?

¿Un liderazgo ético significa que la persona líder sea honrada, que actúe con prudencia y se comporte con generosidad, que trate a los demás con justicia, que sea solidaria y capaz de comprometerse, que se comporte con equidad y respete la dignidad de todas las personas, que asuma su responsabilidad, que trabaje con laboriosidad y sea leal?

Tal vez a la respuesta afirmativa a esta pregunta le falte algo: el ejemplo.

En el mito de la caverna de Platón el líder que la abandona regresa superando su propio deseo, desciende para tratar de salvar también a los demás, pudiendo no hacerlo. Porque no considera el mando y el poder por sí mismos y solo en su propio beneficio, pudiendo hacerlo.

Las palabras se refuerzan con el deseo de hacer. Sin embargo, el ejemplo es más poderoso, es un lenguaje directo al corazón de los sentimientos, y, según en qué País, en qué lugar, lo único para que no muera la esperanza.

Expansión. Lunes 11-09-2017

“La crisis ha replanteado cómo incorporar los valores éticos”

ENTREVISTA JOSÉ IGNACIO BESGA Presidente del Clúster de Ética / Juristas, docentes, científicos y economistas forman el foro para difundir el conocimiento y la aplicación de la ética en Euskadi.

El impulsor de la Fundación Clúster de Ética ve necesario divulgar valores, especialmente entre los más jóvenes.

Marieta Varga. Vitoria. La preocupación por la crisis de identidad en la sociedad con los valores éticos ha llegado a un grupo de profesionales vascos procedentes de la judicatura, la universidad, la economía y la ciencia a crear la Fundación Clúster de Ética del País Vasco. Impulsados por José Ignacio Besga, quien fuera subdirector general de Caja Vital Kutxa, el foro lleva más de un año trabajando en la divulgación, investigación y aplicación práctica de los valores éticos en la sociedad vasca.

¿Cuánto ha tenido que ver la coyuntura económica, primero expansiva y más tarde de recesión, en la creación del Clúster de Ética del País Vasco?
– En realidad no creo que influya. Aunque esta iniciativa arranca en 2015, podría haber sido creado en 2008 o incluso antes. Hay un libro, Ética de la empresa, de Adela Cortina, que habla de la corrupción absoluta, y es de 1994. Es cierto que la crisis agudiza y que todo lo que está saliendo ahora es de la época de las vacas, de hace diez años. Pero en los noventa, se hablaba de lo que pasó en los ochenta. Lo que importa es la forma de comportarse de las personas en las organizaciones, da igual la coyuntura.

Pero la crisis ha propiciado cambios legislativos con la intención de dar más transparencia a la actividad económica: nueva ley de sociedades de capital, de auditoría. ¿Cuál es su valoración?
– Pero a rebufo de la legislación anglosajona, siempre doce años más tarde. Sí se puede decir que la crisis ha propiciado un replanteamiento de cómo las personas deben incorporar sus valores éticos en su forma de funcionar. Pero no solo los directivos, también los presidentes de los bancos, los políticos o el dueño de un pequeño comercio. Si la sociedad, en general, fuera más ética, se notaría. Y esto no está reñido con ganar dinero.

¿Lo que está reñido es buscar el beneficio a corto plazo con iniciativas poco éticas?
– Claro, por eso ahora se habla del gobierno corporativo de las empresas, y antes fue la responsabilidad social empresarial. Todo ayuda, pero las personas tiene que estar convencidas. Hay que ser coherente, si el presidente de una corporación aprueba un código ético debe ponerlo en práctica.

La economía colaborativa parece que tenía unos mimbres éticos…
– Es es un tema muy bonito y los principios son estupendos, al igual que el derecho colaborativo. Pero lo más importante de todo esto son siempre las personas. Si los mimbres y las formas son éticos, pero fallan las personas, no funciona.

Usted ha desarrollado su carrera profesional en Vital Kutxa. Precisamente el sector financiero ha sido de los más acusados por comportamientos poco éticos. ¿Qué reflexión hace?
– Creo que hay que diferenciar lo que eran las cajas de ahorros, que siempre han tenido otra filosofía. Buscaban la rentabilidad, peros estaban volcadas en el cliente, tenían otro espíritu. Pero en un banco, estoy convencido de que se pueden hacer las cosas de manera diferente, sin ir a por los jubilados o a por personas sin formación.

¿Añora entonces la forma de funcionar de las cajas?
– Creo que las cajas podrían seguir funcionando, y para eso tenían mecanismos conjuntos que les permitían acceder a mercados. Recuerdo un informe de los años ochenta que decía que mientras las cajas siguiesen ancladas en su territorio serían indestructibles, porque cuidaban el tejido local. Pero se empezó a salir y se liquidaron 180 años de historia en poco más de una década.

¿Teme que la sociedad se acostumbre a que sigan saliendo escándalos de corrupción?
– Cada vez que sale una noticia, es un paso atrás. Es increíble el daño que se puede hacer con ello. Es complicado, pero para eso estamos. Este es un trabajo que lleva mucho tiempo para que vaya calando en las personas.

¿Y cómo se revierte la situación?
– Por ejemplo, en los procesos de selección de directivos, lo ideal es que pusieran también un baremo para ver si el candidato tiene unos valores éticos. Porque entonces ya tendremos una organización un poco distinta. En realidad, debe hacerlo cada uno en su parcela diaria.

¿Es arriesgado decir que Euskadi es más responsable éticamente?
– No, porque es cierto. Estamos bastante bien porque en el País Vasco hay unos buenos valores. Por varias razones. Ayuda mucho el concierto económico porque contribuye a tener más moral fiscal. Pero también están arraigados valores como el trabajo, el respeto, el cumplimiento. Y aquí también ha ayudado mucho el movimiento cooperativo.

¿La clave para avanzar es la educación?
– Desde luego, el caldo de cultivo son los jóvenes. Aunque es complicado hablar de valores éticos a quienes están en el paro o si encuentran un trabajo, es precario y mal pagado. Pero desde el Clúster hacemos el esfuerzo para trasladar este mensaje los estudiantes de FP y a los universitarios.

¿No ayuda mucho el debate sobre la asignatura de filosofía en el Bachillerato?
– Ese es el error del siglo. La Etica es una parte de la filosofía. Si un país la quita de sus planes de estudios, es para echarse a temblar.

La herencia griega
Aunque pudiera parecer que la crisis de valores éticos en la sociedad es un tema actual, Jose Ignacio Besga recuerda que este déficit también existía “hace 2500 años con Sócrates, Platón y Aristóteles”. La relación de estos valores puede variar en cuanto a prioridades, dependiendo de cada persona, pero según el impulsor del Clúster de ética, el más importante es la justicia “porque conlleva el resto de principios éticos”.
Aunque para José Ignacio Besga lo que es obvio es “que si la sociedad asumiera más valores morales, iría mejor”. Y es es la labor de este foro que ya tiene programadas varias iniciativas para los próximos meses. Así en octubre se celebrará en Vitoria el congreso sobre las consecuencias de la guerra, y en noviembre, San Sebastián acogerá otra reunión en torno a la ética para convivir. Aunque Besga tiene la mirada puesta en mayo del próximo año para que Euskadi pueda organizar la celebración del congreso sobre liderazgo ético.

José Ignacio Besga Zuazola